Descripción del título

Desde la Edad Media, la riqueza de los tapices marcaba la diferencia entre sus poseedores. El oro, la plata, las joyas, y también los paños, no solo mostraban la riqueza sino la magnificencia del poseedor, por lo que atesorar tapices fue obsesión de los principales nobles y clérigos, y por supuesto de los monarcas. Se utilizaban en todas las ceremonias importantes y colgaban tanto en el interior de los palacios como en las calles cuando se trataba de dar la bienvenida a un invitado ilustre. La magnificencia no era considerada pura ostentación, sino una virtud siguiendo la definición que de ella hace Aristóteles en su Ética a Nicómaco. Mas la fortuna es cambiante y si el gusto por los paños fue común a toda Europa, también lo fue el rechazo propiciado a partir del siglo xviii cuando los tapices comenzaron a ser relegados frente a las pinturas. Pero mientras se extendía el desinterés y muchas colecciones se destruyeron o mutilaron, algunos potentados estadounidenses se afanaban en comprar tapices con los que decorar sus lujosas mansiones. Muchas piezas se han perdido irremediablemente y solo en las últimas décadas se ha producido un cambio importante en cuanto a la apreciación de estas obras de arte que en ningún caso pueden tacharse de menores, aplicadas o decorativas.
Monografía
monografia Rebiun21130639 https://catalogo.rebiun.org/rebiun/record/Rebiun21130639 180620s2018 esp |||| ||spa d 978-84-17140-38-0 UCN0408537 UCLM0806024 UM0701394 UAM 991007735254804211 MECDBC 76553 UR0427347 CBUC 991049896889706706 UR Magnificencia y arte devenir de los tapices en la historia Miguel Ángel Zalama (dir.); Jesús F. Pascual Molina, María José Martínez Ruiz (coords.). Somonte-Cenero, Gijón Ediciones Trea 2018. Somonte-Cenero, Gijón Somonte-Cenero, Gijón Ediciones Trea 354 p. il. 24 cm 354 p. Estudios históricos La Olmeda. Piedras angulares Desde la Edad Media, la riqueza de los tapices marcaba la diferencia entre sus poseedores. El oro, la plata, las joyas, y también los paños, no solo mostraban la riqueza sino la magnificencia del poseedor, por lo que atesorar tapices fue obsesión de los principales nobles y clérigos, y por supuesto de los monarcas. Se utilizaban en todas las ceremonias importantes y colgaban tanto en el interior de los palacios como en las calles cuando se trataba de dar la bienvenida a un invitado ilustre. La magnificencia no era considerada pura ostentación, sino una virtud siguiendo la definición que de ella hace Aristóteles en su Ética a Nicómaco. Mas la fortuna es cambiante y si el gusto por los paños fue común a toda Europa, también lo fue el rechazo propiciado a partir del siglo xviii cuando los tapices comenzaron a ser relegados frente a las pinturas. Pero mientras se extendía el desinterés y muchas colecciones se destruyeron o mutilaron, algunos potentados estadounidenses se afanaban en comprar tapices con los que decorar sus lujosas mansiones. Muchas piezas se han perdido irremediablemente y solo en las últimas décadas se ha producido un cambio importante en cuanto a la apreciación de estas obras de arte que en ningún caso pueden tacharse de menores, aplicadas o decorativas. Tapices Coleccionistas y colecciones Historia 7B. Zalama, Miguel Ángel Pascual Molina, Jesús Félix Martínez Ruiz, María José